lunes, 6 de julio de 2009

Ausencias. (7)


Mis días duran, como los de la mayoría de las personas, apenas veinticuatro horas. Y las he de distribuir de manera que en ellas quepan, dentro de los tres grandes grupos (trabajo, descanso, ocio) en los que se dice han de cuadrar nuestras actividades diarias, todas esas cosas de difícil clasificación en alguno de ellos pero que resultan imprescindibles para sentir, antes de caer en el reparador sueño nocturno, que ha merecido la pena el día, que -a pesar de todo- se está viviendo.

Han salido las notas y el resultado final es que me llevo ventaja a mí misma. Que el esfuerzo ha servido para quedar mejor de lo que el inicio prometía y para sentirme a gusto con el trabajo -enorme trabajo debido a la falta tanto de costumbre como de neuronas disponibles al efecto- que durante todo el curso he tenido la suerte de poder ir desarrollando.

Ahora me voy. Dejo la ventana entreabierta porque no soy capaz de decir adiós del todo. Y porque de alguna manera seguiré estando fuera, del otro lado.